BITÁCORA DE
VIAJE
Oaxaca alternativo
DIA 6


PINOTEPA DE DON LUIS
Se llega a Pinotepa de Don Luis, hoy un pueblo de 7,000 habitantes, por una carretera asfaltada que no cesa de subir y bajar, buscando su camino entre cerritos y barrancas. Ha pasado casi una hora cuando el pequeño camión que conecta las dos Pinotepas deja al visitante en el centro del pueblo, ubicado en la parte alta de un cerro: Pinotepa de Don Luis y sus barrios ocupan las mesetas y laderas de pequeños cerros conectados entre si por calles en fuerte pendiente.
Nada en la Pinotepa de Don Luis que descubre el visitante recuerda su antigüedad: "Al final de la Revolución Mexicana, Pinotepa de Don Luis quedó arrasado... Si se tuviera que cambiarle el nombre a este pueblo, se podría haberle puesto El Fenix"(1). Y cuando en 1968, un terremoto dejó cuarteado el templo -tuvo que ser derrumbado y reemplazado por el edificio de estilo moderno que se ve ahora- no quedó ningún edificio antiguo en el pueblo con la excepción de dos o tres casas del principio del siglo pasado, escondidas fuera del centro.
Pero si las construcciones de Pinotepa de Don Luis son modernas, el visitante se sorprende al escuchar conversaciones en mixteco y descubrir que no son pocos los habitantes que usan todavía la vestimenta tradicional: camisa y calzón de manta para los hombres; mantilla de tela blanca en la cabeza, mandil a manera de blusa con cintas cruzadas en la espalda y el muy llamativo pozahuanco o enredo para las mujeres el símbolo del pueblo.
El pozahuanco de Pinotepa de Don Luis alterna bandas horizontales de color granate, morado y azul, colores que se obtenían en el pasado de colorantes naturales: grana cochinilla, caracol púrpura, añil entre otros. Hoy en día, los pozahuancos de uso cotidiano siguen siendo confeccionados en el tradicional telar de cintura hecho de palos de madera, pero con hilos de algodón industrializados teñidos con colorantes químicos. Sin embargo, para las fiestas o las bodas, las mujeres usan los pozahuancos "de caracol" -cuyo color violeta proviene del caracol púrpura-, el Plicopurpura pansa, un pequeño molusco que habita la costa rocosa del Pacífico.
Quedan "tintoreros" en el pueblo, herederos del conocimiento ancestral sobre los ciclos de reproducción del caracol, los lugares donde se lo puede encontrar y el mejor momento para "ordeñarlo", el cual depende de las mareas que descubren las zonas donde habita -unas rocas de difícil y peligroso acceso; del ciclo lunar- no se extrae el tinte con luna nueva; y del sol para que el tinte cambie del verde al violeta.
Durante la temporada, de octubre a marzo, los tintoreros "se desplazan a la zona de tinción llevando consigo las madejas de algodón... seleccionan los caracoles y los desprenden suavemente de la roca con una vara de madera para no dañarlos". El tinte -una secreción blanca que produce el caracol para inmovilizar a sus presas- "se obtiene presionando suavemente el pié del caracol o soplando al animal... (el cual) se coloca sobre la madeja y se devuelve a la roca donde estaba al terminar la extracción"(2).
Don Habacuc Avendaño Luis, Presidente de la Cooperativa de los Tintoreros del Caracol Pansa, enseña con orgullo al visitante unas madejas de algodón artesanal de un color violeta refinado y luminoso que conservan todavía el olor a mar.
Una parte del hilo teñido será utilizado por las tejedoras del pueblo, otra parte será vendida a pueblos tejedores del Estado de Oaxaca como San Pedro Amuzgos o San Mateo del Mar.
Una vuelta al mercado permite descubrir otra actividad tradicional del pueblo: la elaboración de jícaras grabadas. Varios puestos venden bonitas jícaras de todos tamaños decoradas con motivos de la fauna local coyotes, serpientes, tejones, pájaros... Todos los habitantes del pueblo tienen un pariente o un vecino que se dedica a esta actividad e invitan al visitante a conocer su taller una oportunidad de alejarse de las calles pavimentadas y caminar por veredas empedradas a la sombra de las grandes ceibas, entre casas tradicionales hechas de cañas entrelazadas cubiertas de tierra.
Los grabadores, sentados en el portal de sus casas, cincelan con rapidez y precisión los dibujos sobre la superficie convexa del fruto teñido de negro ya que el color anaranjado natural de la jícara empalidece con el tiempo y con él, el dibujo. Algunas jícaras son verdaderas obras de arte y han sido presentadas tanto en exposiciones nacionales como en el extranjero.
Como todo pueblo indígena, Pinotepa celebra numerosas fiestas religiosas a lo largo del año hay 22 mayordomías en honor a los santos.... además del Carnaval, de Semana Santa y de la fiesta de los muertos.
Durante el Carnaval, se ejecutan varios tipos de danzas, unas "importadas" recientemente de pueblos vecinos como la danza de las mascaritas o de los diablos, otras tradicionales como la de los tejorones, una sátira a los españoles. Los tejorones -en mixteco hombres mal vestidos según unas fuentes, hombres que bailan según otras- llevan pequeñas máscaras con facciones europeas y un extraño cucurucho cubierto de plumas de gallo en la cabeza. Su trajes son imitaciones de los europeos del tiempo de la colonia. Participan dos hombres vestidos de mujer, con pozahuanco y huipil de boda. La música que acompaña la danza de los tejorones, una música alegre y rítmica, se interpreta con violín. Cada uno de los tres barrios -Chico, de las Piedras y Grande- tiene su grupo de tejorones.
El día de Carnaval, después de escuchar el "parlangon" de las autoridades tradicionales que les exhorta a conservar sus costumbres y expresa la tristeza de no saber si "Dios les prestará vida para participar a otro carnaval", los tejorones salen a desfilar en las calles. Los tres grupos se reúnen frente a la Presidencia donde van a ejecutar diferentes danzas, del conejo, de la culebra, de la iguana, de las palomas algunos de los danzantes llevan valiosas máscaras antiguas.
Otra fiesta notable de Pinotepa de Don Luis es la celebración del Viernes Santo. Por las tres de la tarde, las matracas convocan a la población al Calvario -un montículo de rocas ubicado en la parte más alta del pueblo- para la representación de la crucifixión.
Mientras tanto, los "judíos" de los tres barrios se están preparando. Después de cubrirse el torso y las piernas con pintura blanca, realizan encima dibujos con pintura de color morado: cruces, corazones flechados, calaveras, etc. Los judíos esconden luego su rostro en una bolsa de manta de harina perforada con dos agujeritos a la altura de los ojos, sobre la cual han dibujado ojos y boca. Van armados con un arco de bejuco y flechas -un manojo de varitas pintadas de colores vivos cuyas extremidades están recubiertas de papel metálico- o con una "lanza" larga, la cual no puede exceder los 5 metros para no enredarse en los cables eléctricos durante la procesión. La vara de la lanza sostiene una decoración de madera recortada y pintada con motivos religiosos o prehispánicos; recientemente, se han agregado motivos menos tradicionales -logos de clubes deportivos o de universidades, heroínas de mangas...
Al arrancar la procesión, una verdadera selva de lanzas se pone en movimiento detrás del Santo Entierro. Inmediatamente se desata el combate entre los judíos, las flechas atacan las lanzas, rebotan contra ellas o las fachadas de las casas. Unos espectadores sacan su paraguas para protegerse de la lluvia de proyectiles mientras que los niños se pelean las flechas caídas en medio de la calle. Al llegar a la Presidencia, se han acabado las municiones y dando por terminado el combate, los judíos se unen a todos los habitantes del pueblo para participar al Vía Crucis.
Una visita a Pinotepa de Don Luis ofrece la oportunidad de presenciar fiestas bonitas, alegres y auténticas. Sin embargo, lo que más recordará el visitante es la fuerza y la vitalidad de una cultura que ha permitido a un pequeño grupo humano no solamente conservar su idioma, sus tradiciones y un artesanía de alto nivel, sino además aprovechar los modernos medios de comunicación para difundirla.
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